martes, 22 de julio de 2008

APICUIDADORES


Ya empezaba a calentar el sol cuando regresaba con las bolitas de polen en sus cestillos. De lejos vió que gente vestida de blanco estaba también dirigiéndose hacia su colmena. Olían a miel y campo, a propóleo reciente, hablaban dulce, suavemente, y eso cuando lo hacían porque solían trabajar en silencio.¡Eran nuestros apicuidadores! ya el año anterior cuidaron de nosotras cuando tuvimos problemas, nos hicieron la casa más grande cuando fuimos demasiadas, llenaron con cuadros la colmena en la que seguimos almacenando las reservas para el invierno, nos arreglaron las goteras, y lo mejor de todo, nos tratan con tanto cariño que se nota que nos adoran.

CASI OTOÑO


Nació en septiembre, cuando el sol ya calienta desde lejos y hace fresquito por las noches. Sólo unas pocas nacieron con ella, las demás abejas ya tenían profesión y parecían saber hacerlo muy bien. Se sintió pues, torpe y poco importante, como estando de sobra, entonces empezó a estar muy triste. Al poco tiempo recibió la visita de la reina, quien le pidió que la acompañara durante el duro invierno como asistente.Ahora estaba loca de contenta, y empezó rápido a aprender su oficio para estar preparada para cuando llegara el frío.

DIENTE DE LEÓN


La luz que entraba por la piquera ya no era la misma, y decidió asomarse para sentirlo en sus alitas. Tímidamente salió al exterior y todo le indicaba que podría volar un ratito, para curiosear un poco. Miró al sol para situarse y salió en dirección sur.¿Qué era aquel olor irresistible que la hizo sentirse tan feliz?.... ¡Un diente de león!Bajó en picado y se acercó a comprobar que no era una alucinación. Olió el polen, lo saboreó e inmediatamente empezó a llenar sus cestillos de aquel maravilloso polvito que llevó a casa. Nada más llegar, inundó con aquel olor la colmena y las demás abejas se acercaron para enterarse dónde estaba la primera flor de primavera.

POLEN


Nada más salir el sol, le dieron la orden de recolectar diente de león. Se desperezó y salió para recoger su primer cargamento del día, le llevaría cerca de una hora volver a casa con el polen. Cuando ya iba a regresar, vió pasar a una abeja vecina con polen de un peral. Recordó que la consigna de las abejas es ayudar al hombre lo primero de todo.Llegó exhausta a la colmena y empezó a contar a sus compañeras lo que había visto. Al cabo de un rato todas las recolectoras estaban polinizando las flores del peral, que en verano serán peras llenas de sabor y de cariño de las abejas.

REALERAS


Algo raro se mascaba en el ambiente, el sonido que salía de la colmena no era como siempre, estábamos intranquilas, con un hablar ronco y nervioso. De pronto vimos cómo asomaba su cabeza por la celda real que ya había roído antes. Desperezó los ojos y sacó primero dos patitas, notó el aire fresco, vió a toda las abejas pendientes de ella, eso le dió fuerza para salir del todo. ¡Era preciosa! una reina brillante y bonita como ninguna otra, y su olor....mmmm, un dulce olorcito a nuevo que nos hizo ir corriendo a acurrucarnos con ella. Ahora se oía rubor feliz en la colmena.

ENJAMBRE


Habían dado la orden de llenar el buche y salir de la colmena, cuando el sol estaba en lo alto, cuando más calor hacía, no había casi humedad y sin saber muy bien cómo, unas seguimos a otras y nos fuimos a un carrasco cercano.Nuestra nueva reina estaba allí con nosotras, en el centro de todas nosotras. Al rato ella decidió cuál iba a ser nuestro nuevo alojamiento y hasta allí la seguimos. Era una vieja colmena, algo sucia por estar abandonada, en cuanto estuvimos instaladas, empezó la limpieza para convertir aquella casa en hogar.

ABEJARUCOS

Abejaruco en colmenar

Amaneció un día algo nublado y fresco, no apetecía salir del calorcito de la colmena, pero era hora de trabajar y había que ponerse en marcha, así que las pecoreadoras sacudieron sus alitas y empezaron a volar. De pronto una enorme gota de lluvia pasó cerca de la flor en la que estaba recogiendo polen, era el aviso para volver pronto a casa. Un silencio inusual se percibía al acercarse, y de repente un pájaro azul, planeó tan cerca de mí que pude oír el aire que movía con sus alas. Era el abejaruco, y no uno, sino muchos, que habían elegido aquel día mi colmenar para alimentarse. Ya no volvió a moverse ni una sola abeja hasta que los abejarucos abandonaron el lugar horas después.