jueves, 15 de mayo de 2014

Cuentos: La rosa natural y la rosa artificial

Una prudente madre,que cuidaba mucho de educar bien a sus hijos, tenía dos rosas, una natural y otra artificial, colocadas las dos en un transparente vaso de cristal en el alféizar de la ventana: fué allá una abeja y se posa en la rosa natural. Esto era precisamente  lo que la madre quería: fuese la abeja, pero ya sabía la madre que la abeja volvería, y llamó a sus hijos.

- Aquí tenéis, como veis, dos rosas: la una ha nacido y crecido en el rosal de nuestro jardín, la otra la ha hecho una hábil florista. Ahora bien, decidme, ¿cuál es la natural y cuál es la artificial? Mirad bien las dos rosas, pero sin tocarlas.
Abeja de la miel libando
Los niños no se atrevieron a determinarlo, y decían:

-El perfume sí que lo percibimos bien, pero no sabemos de qué rosa proviene, por lo que ignoramos cuál es la rosa cogida del rosal y cuál la hecha a mano.

Vino entonces volando la abeja y sin vacilar, ni detenerse un momento, se posó encima de la rosa natural.

- Ahora no vayáis a deducir de esto, hijitos míos- dijo la madre-, que la abejuela tiene más entendimiento que vosotros. Ella no tiene otra misión que andar por los cálices de las flores y del zumo de ellas sabe elaborar la cera y la miel. De lo demás del mundo no sabe nada. Esta especie de conocimiento, esta inclinación natural de la ciencia se llama instinto, se lo ha comunicado Dios, que cuida cariñosamente de todas sus criaturas. ¿Qué ha hecho empero con nosotros, los hombres, este Señor? No nos ha dado este conocimiento ni este instinto, pero nos ha dado en cambio una inteligencia para indagar y elegir lo que más nos sirve para nuestro provecho. Diónos una voluntad libre, es verdad,  pero también una conciencia que nos advierte de lo malo  y nos conduce a todos los bienes que necesitamos para la salud de nuestra alma.

Debemos, pues, hacer uso de nuestro entendimiento y perfeccionarlo para aprender a conocer este mundo visible. Debemos, además, en las voces de la conciencia escuchar la voz de Dios, la cual nos dice que pertenecemos a un mundo superior. En la naturaleza visible, podemos hallar y reconocer la huella de Dios, y en las Sagradas Escrituras nos da a entender, no sólo magnífica sino también claramente, lo que nuestra conciencia nos indica.


Cuanto tú necesitas, ¡oh cristiano!,
Para la temporal y eterna vida
El sabio Dios lo ha puesto en tu mano.

- El cuento La rosa natural y la rosa artificial pertenecen al libro "Cuentos serios y alegres", seleccionados por A. Garmendia de Otaola, S.J.