Desde este rinconcito de la red, pretendemos hacer un pequeño homenaje a Saturnino Calleja y a las personas que formaron la editorial Saturnino Calleja S.A. Para ello hemos contado con la colaboración de nuestro escritor e ilustrador Gelosoi. Nuestro relato, desde la humildad, intenta emular a Saturnino, y se titula "La abeja Feliz".
Aquella mañana de otoño, era hermosa, y si pudiera elegir, mi elección recaería en ella otra vez. En mi ciudad se celebraba "El día de las Aves". El río que años ha, fue libre, ahora prisionero, le han puesto una fila de inhiestos árboles, chopos y saúces, para que no cometa excesos. Las urracas o picazas en lo más alto de un árbol, están dirimiendo de quien es esa rama o la otra. Mientras, el petirrojo se ha puesto el babero que le da nombre y está dando buena cuenta de las últimas bayas que quedan en el majuelo.
El humedal donde se soltarán las aves, está cerca. Las orillas del río que hasta allí nos conducen, siempre han sido terreno abonado para sembrar, no digo, ilusiones que. ¡ay!, hace mucho que fueron juguete del tiempo, sino nostalgias, resultados clínicos , dolencias, viajes,etc.
Don Teodoro, que ha sido profesor de literatura, acude como todos los días al punto de encuentro, donde los socios de la "Peña Quetalteva" se dan cita para charlar y escanciar sus cuitas en sacos ya muy rotos. (El más joven de la Peña, 61 años).
- ¡Hola, Don Teodoro!, dice la niña de 10 años que le recuerda.
- ¡ Hola Lucía,! ¿Qué tal te va?
Son sus padres los que le dan respuesta y le cuentan la vida y milagros de Lucía. Están orgullosos de su hija y aprovechan para decirle a Don Teodoro de la facilidad que tiene Lucía para inventar y contar cuentos. Hecho confirmado, según dicen, por la misma Profe: Tiene más cuento que Calleja.
-Don Teodoro, ¿quiere que le cuente un cuento?
Así son los niños, que son niños. Y sin más preámbulos, Lucía se puso a contar un cuento y de lo que recuerdo escribo:
"Pues mira". Érase una vez una familia a la que gustaba salir al campo y disfrutar de todo lo que veían, olían o tocaban. Ya era otoño y las hojas de los árboles se caían como si fueran un ejército de paracaidistas con la grata misión de adornar la tierra con un arcoiris pletórico de color. Una de esas hojas llamó la atención de la niña, pues su color, su tamaño y sus movimientos eran distintos de las demás hojas. Parecía no encontrar sitio donde aterrizar y...dando un brusco giro se fue directamente a acariciar la nariz de la niña y la hoja cayó como fulminada al suelo.
¡Qué raro!, dijo la niña.
Las salidas de la familia eran habituales. La niña tenía mucho cuento, pero era muy prudente, no dijo nada a sus padres de lo que le había ocurrido.
Esta niña al pie de algunas plantas, árboles o flores, veía un letrero con el nombre de la planta y debajo alguna leyenda como esta:
Otras veces:
La niña volvía a casa preocupada. No entendía, no se explicaba lo que la sucedía. Las noches las pasaba no en blanco, sino inmersa en un mar de hojas y ella buscaba una, la que le había acariciado la nariz.
- Les estaré aburriendo, dijo la niña tomándose un respiro.
-Sigue, sigue, dijeron a coro la "Peña Quetalteva".
- Les estaré aburriendo, dijo la niña tomándose un respiro.
-Sigue, sigue, dijeron a coro la "Peña Quetalteva".
Pues un día, la sucedió algo que voy a contar y así poner fin a las preocupaciones de esa niña.
Al borde del camino crecía una planta perenne, erguida y ramificada, con flores blancas y de nombre MELISA. Su fuerte olor a limón la distingue de las demás. Su nombre MELISA que se deriva del griego "melissa", que significa abeja. Entre sus extensas ramas había encontrado acomodo una preciosa hoja.
La niña seguía con sus paseos y obsesionada con la lectura de aquellos misteriosos letreros que sólo ella veía, no se dio cuenta de que rodeando el letrero había un enjambre, que no era muy grande, pero lo suficiente para tenerlo respeto.
Allí estaba esa hermosa hoja que tanto la inquietaba. Las abejas la había tomado como pista de aterrizaje de sus incursiones. La reina sentada en medio dirigía todas las operaciones de las abejas, ya fueran las pecoreadoras, obreras o nodrizas.
La tentación de coger la hoja fue grande. No podía resistir más y dio unos pasos para alcanzarla. No pudo. Las abejas levantaron en unos instantes como una valla que hizo imposible lograr su deseo. Entoces fue la reina en persona, subida encima de la hoja la que pidió a la niña que no se acercase y la prometió que más adelante le llevaría a su casa la hoja y un panal de rica miel.
La niña que nada habia dicho a sus padres les contó todo.
Los aplausos de la "Peña Quetalteva" dieron fe de que la niña sabía contar cuentos. ¡Es una joya!
Los padres, como a escondidas, soltaron alguna lágrima de emoción.
Los cuentos de Calleja tenían su continuación.
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Saturnino Calleja (Burgos 1853, Madrid 1915) fue un empresario, editor y escritor "autodidacta", que rompió los esquemas establecidos.
Tenía una cultura no académica pero enciclopédica, adquirida seguramente de forma autodidacta. Combinó un beneficio justo con una función social como la educación.
Ha sido uno de los editores en lengua española más famosos. Defendió la mejora de la enseñanza, apoyando a los maestros, de los cuáles conocía sus necesidades, publicando periódicos dirigidos a ellos, como la Ilustración y el Heraldo del Magisterio, que ayudaron a que la sociedad tomara conciencia de la valía del maestro. Se erigió en líder para convocar la Asamblea nacional de Maestros. Fue votado por los maestros como su representante en el senado.
Hizo popular la lectura, "Educación para el ocio".
Con seguridad alguno de sus cuentos fue escrito por él. Su padre era librero y encuadernador, y su tío editor. Los famosos cuentos de Calleja tienen un sentido pedagógico y moralizante (por cinco céntimos). Profusa ilustración por los mejores dibujantes de la época. Cuentos morales para niños con permiso de la autoridad eclesiástica. Las obras de juguetes, incluían en la contraportada un crucigrama, un chiste y un pasatiempo.
También son muy numerosos los casos de insectos, peces u otros animales y de plantas, flores y árboles que hablan y premian al niño que los salva de un mal paso o castigan al que les maltrata.
Además de 1000 cuentos publicó libros de historia, literatura, sociología, leyes, medicina, novelas, diccionarios...
La revista Pinocho, revista infantil del primer tercio del siglo XX, incluía entre sus secciones los cuentos de Calleja.Como primer director de Pinocho, Bartolozzi diseñó la publicación de acuerdo a las premisas formales que había incorporado a los productos para niños de Calleja desde su puesto de director artístico, cuidando la calidad de las páginas guiado por un criterio de sobriedad, eliminando los elementos ornamentales y el excesivo abigarramiento y sacando el máximo partido del atractivo del color.
La revista cuenta con distintas secciones de divulgación científica con títulos como “¿Sabéis por qué?”, “Curiosidades”, “¿Qué quieres saber hoy?”; no carentes de interés y escritas con un lenguaje sencillo. Otras responden a preguntas tales como “¿Por qué suben los globos?”, “¿Por qué no se ve siempre redonda la luna?”, “¿Por qué ven los gatos de noche?”, “Cuál es el animal más antipático”, “¿Cómo comen los árboles?”, “¿Quién pinta el arco iris?”, o aclaran temas como “El nombre del carnaval”, “La bondad de la ortiga”, “Miel buena y mala”, etc...
Para saber más:
-Saturnino Calleja y su editorial. Enrique Fernández de Córdoba y Calleja. Ediciones de la Torre.