La luz que entraba por la piquera ya no era la misma, y decidió asomarse para sentirlo en sus alitas. Tímidamente salió al exterior y todo le indicaba que podría volar un ratito, para curiosear un poco. Miró al sol para situarse y salió en dirección sur.¿Qué era aquel olor irresistible que la hizo sentirse tan feliz?.... ¡Un diente de león!Bajó en picado y se acercó a comprobar que no era una alucinación. Olió el polen, lo saboreó e inmediatamente empezó a llenar sus cestillos de aquel maravilloso polvito que llevó a casa. Nada más llegar, inundó con aquel olor la colmena y las demás abejas se acercaron para enterarse dónde estaba la primera flor de primavera.
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