Ya empezaba a calentar el sol cuando regresaba con las bolitas de polen en sus cestillos. De lejos vió que gente vestida de blanco estaba también dirigiéndose hacia su colmena. Olían a miel y campo, a propóleo reciente, hablaban dulce, suavemente, y eso cuando lo hacían porque solían trabajar en silencio.¡Eran nuestros apicuidadores! ya el año anterior cuidaron de nosotras cuando tuvimos problemas, nos hicieron la casa más grande cuando fuimos demasiadas, llenaron con cuadros la colmena en la que seguimos almacenando las reservas para el invierno, nos arreglaron las goteras, y lo mejor de todo, nos tratan con tanto cariño que se nota que nos adoran.
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