Abejaruco en colmenar |
Amaneció un día algo nublado y fresco, no apetecía salir del calorcito de la colmena, pero era hora de trabajar y había que ponerse en marcha, así que las pecoreadoras sacudieron sus alitas y empezaron a volar. De pronto una enorme gota de lluvia pasó cerca de la flor en la que estaba recogiendo polen, era el aviso para volver pronto a casa. Un silencio inusual se percibía al acercarse, y de repente un pájaro azul, planeó tan cerca de mí que pude oír el aire que movía con sus alas. Era el abejaruco, y no uno, sino muchos, que habían elegido aquel día mi colmenar para alimentarse. Ya no volvió a moverse ni una sola abeja hasta que los abejarucos abandonaron el lugar horas después.
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